El Diario de la Reina de los Vampiros
Capítulo 9: ¡Hora de aventura!
Al día siguiente la casa de Finn y Jake era atacada por unos fuertes puñetazos en la puerta.
-¡ABRAN, BANDALOS!- gritaba Marceline, golpeando con su puño la puerta.
Pese a que casi era mediodía y el sol estaba en lo alto, no le importó en lo absoluto. Decidió sorprenderlos a la hora del almuerzo, por lo que solo tomó su sombrero y se fue directo a tacarlos por haberse pasado con su intimidad.
Pudo pasar por alto la vez que Finn trajo a su padre o que se metieron a su casa a hacer quien sabe qué, pero esa si era una cosa fuera de sus límites. Por lógica a una chica le enloquecería que leyeran su diario, sabiendo de sobra que eran cosas muy intimas. Además no solo eso era lo que le molestaba, sino que también le preocupaba.
El diario decía cosas que Finn no entendería, dejaba claro sus sentimientos de ella hacia él y había muchos secretos en él que picarían la curiosidad de los dos, lo que los llevaría a correr el riesgo de aventurarse en busca de la verdad. Pero ¿Cuánto podría soportar Finn con esa carga? ¿Remordiéndole y picándole la curiosidad de por qué estaban sus nombres en el diario? ¿Se habrá enterado de su compromiso con Marshall, su primo, del cual nadie debía saber nada?
Estaba que enloquecía por pedirle una explicación a ambos y rezaba con todas sus fuerzas porque a esos dos se les hubiera pasado leer su diario. No dudaba que fueran ellos, al fin y al cabo captó su olor, fueron los únicos que estuvieron en su casa y actuaron muy raro cuando ella llegó, sin mencionar el abrazo repentino de Finn.
-¡ABRAN LA PUERTA, COBARDES!-llamó de nuevo, volviendo a golpear. Tal vez no era la mejor manera de llamarlos, pero estaba que ardía en enojo y miedo.
Lo más seguro es que se disculparan por tomarlo y leerlo, prometerían no volver a hacer algo así y más tarde Finn le preguntaría qué onda con todo eso, si es que lo habían leído.
Ella le debería una respuesta, pero…no sería tan fácil que todo le cayera así y no le podía mentir. Además a ella también le costaba asimilar lo que había pasado aun después de tantos años.
Enojada porque nadie le abría, sobrevoló la casa hasta el techo y se metió por su escondite de la casa del árbol.
Para su fortuna encontró entrada de estaba solo tapada con una manta, por lo que la corrió y pasó. Una vez en la sombra fresca de la casa de Finn y Jake, se quitó el sombrero. El lugar apestaba como de costumbre…pero no como a ella le hubiese gustado. Ahí solo olía a moho y polvo, no a la lavanda o al perro mojado que ella olfateó.
Bajó por la abertura en el suelo del escondite con cuidado. Pensaba que era seguro que se habían escondido, por lo que intentó otra táctica. Loas atacaría tendiéndoles una sorpresa. Pondría su cara más maldita para que escarmentaran. Pero, cuando bajó a la sala, solo se halló un lugar vació, sin más. Eso le extrañó.
-¿Finn, Jake?- los llamó, esta vez un poco más calmada, pero más extrañada de su ausencia. Voló hasta asomarse por la abertura del cuarto de los chicos. Nada.
Volvió a la sala, entonces escuchó un ruido en un rincón. Ella se volteó, pero solo se encontró con Beemo, quien estaba encogido temblando, viendo a Marceline con miedo.
-¿Beemo?-
Marceline se acercó hasta él, colocando los pies sobre el suelo y agachándose a mirarlo. Por un segundo pensó que algo malo había pasado como para que Finn y Jake no estuvieran y Beemo estuviera tan aterrado.
-No me lastimes…-balbuceó Beemo, temblando aún.
-Tranquilo, no te haré nada, nene- dijo Marceline, sonando más dulce como para ganarse su confianza. Lo tomó entre sus manos y le comenzó a acariciar la parte frontal de su "cabeza", poco a poco Beemo se fue relajando.
"Pobre", pensó Marceline, "Debí asustarlo con mis golpes y gritos"
Una vez pasada la conmoción de la criatura, Marceline fue directo al grano.
-Beemo, ¿Dónde están Finn y Jake?- preguntó Marceline, al instante el ser se tensó de nuevo por completo y se cubrió la cara.
-¡Ya no quería! ¡Yo no tuve nada que ver!- dijo, casi llorando. A Marcy le sorprendió su reacción.
-¿De qué hablas? ¿Están bien?- preguntó, un poco más asustada.
-Yo…Yo…¡No lo sé!- contestó Beemo, asustado por lo que le pudiese hacer la vampiresa- Ellos…te dejaron una nota- dijo, sin descubrirse la cara y señalando un mueble, parecido a una mesa de sala que tenían en un rincón. Marceline vio extrañada la mesa y luego dejó a Beemo en el suelo. Se acercó y en efecto vio un papel doblado que decía:
"Para Marceline."
Con manos temblorosas, tomó el papel y lo desdobló, para al final leer:
"Querida Marcy:
Ya lo sé, ya lo sé. Sé que estas enfadad porque tomamos tu diario y lo leímos y todo eso…pero para cuando leas esto nosotros estaremos muy, muy lejos. De todas maneras, perdónanos.
Esta carta va dirigida a ti porque sé que la encontrarás antes que cualquier otro. No te podemos decir a donde vamos, solo decirte que volveremos pronto, eso es una promesa. No te preocupes, estamos en buena compañía.
Beemo está a cargo de la casa y por favor vigila a los gusanos. ¡NO QUIERO GUSANOS EN MI CAMA!
Espero verte pronto Marcy, te voy…digo, te vamos a extrañar mucho, y te explicaremos todo cuando volvamos. Ahora sí que como siempre digo… ¡Llegó la Hora de la Aventura!
Con amor, tus amigos Finn y Jake."
Marceline no sabía cómo reaccionar.
¿Cómo que dejaban a Beemo a cargo? ¡Si estaba aterrado solo porque tocó con fuerza la puerta! Sin embargo, sonrió.
Tal vez habían pasado décadas desde la muerte de "el Finn de su pasado", pero la afirmación que le dijo a Marshall seguía siendo correcta. Fuera en esta vida o fuera en otra, Finn seguía siendo Finn, y esa era una de las razones por las cuales lo quiso…y lo quería.
Se lo prometió, y el siempre cumplía sus promesas. Hasta entonces, esperaría lo que fuera necesario.
Con dulzura apretó la carta contra su pecho y dejó escapar un suspiro, mientras retenía en su mente al humano que siempre quiso desde que escribió su diario, El Diario de la Reina de los Vampiros.
CONTINUARÁ...
¡Hola! Me gusta tu blog. Yo también tengo uno, ¿te importaría pasarte y si quieres nos seguimos? :3
ResponderEliminarEs http://voragineinterna.blogspot.com.es/2014/04/desconocidos.html
¡Un beso, nos leemos!